Ausencia de impuestos. Dividendos o rendimientos de capital son depositados en bancos y cuentas offshore, en donde están exentas de cualquier impuesto. Por regla general los paraísos fiscales no aplican retenciones, ni gravan intereses, dividendos o incrementos del patrimonio.
Confidencialidad. Los paraísos fiscales cuentan generalmente con estrictas leyes de confidencialidad y secreto bancario. Entidades como las sociedades offshore o las fundaciones privadas permiten al inversor realizar sus operaciones con un importante nivel de privacidad.
Libertad total de inversión. Los centros financieros offshore son territorios altamente desregulados que ofrecen total libertad de inversión y no imponen controles de cambio o sobre el capital. Permiten invertir globalmente, tanto en mercados tradicionales como en países emergentes, sin trabas legales o administrativas. De este modo, es posible participar en productos financieros a los que el inversor desde su país de residencia no tendría acceso. Para quien decide invertir capitales de terceros, la obtención de licencias financieras o la constitución de fondos de inversión, tales como fondos mutuos o hedge funds, resulta también más sencilla y los costos son mucho más asequibles.
Diversificación y gestión del riesgo. Las inversiones offshore son una excelente herramienta para la diversificación de la cartera de inversión y la disminución del riesgo. Invertir en países diversos, diferentes monedas y productos variados protege al inversor contra riesgos imprevistos en su lugar de residencia o que puedan amenazar a los mercados bursátiles o financieros más populares. Son también un bien seguro contra medidas arbitrarias de los Estados que limiten los movimientos de capitales, como por ejemplo los llamados ˂˂corralitos financieros˃˃. Una cartera diversificada, permite incluso superar un posible derrumbe del sistema financiero doméstico.